La única celebración posible de la Constitución del 78



Hoy, con toda la parafernalia de los actos inútiles, se conmemora la aprobación de la Constitución .  ¿Pero a qué texto nos referimos?.

La Carta Magna fue la improvisada y ya viciada de principio salida a una dictadura cuyos guardianes vigilaban desde los cuarteles. No se abordó con ánimo definitivo ninguno de los grandes retos de un país moderno que se autoproclamaba democrático. La propia Jefatura del Estado estaba encarnada  por alguien educado por el represor durante cuarenta años del  pueblo español, un sucesor que había jurado los Principios del Movimiento y que sin renunciar a tal juramento ni condenar el sistema que lo había designado sucesor iba a presidir un estado para el que no había sido elegido democrática y libremente por el pueblo. Una Carta Magna elaborada bajo los auspicios de un sistema cuyos epígonos habían sido los patrocinadores y encubridores de los últimos actos de terror y muerte del franquismo.

Igualmente el Partido Carlista sería también victima “legal” de la dictadura que de forma subrepticia y artera se quería suceder a sí misma. Al ser tardíamente legalizado con imposibilidad de poderse presentar a las primeras elecciones legislativas, absolutamente fundamentales para poder entrar en el Congreso, se le intentó condenar a la marginación política. Una maniobra diseñada al servicio de la implantación de la monarquía “restaurada” mediante el tradicional sistema de la imposición militar, porque si esta había sido efectiva en 1978 su origen está en el golpe militar de 1936. Se mantenía la tradicional  imposición armada del siglo XIX, aunque con tintes de apariencia democrática.

Hoy, a propósito de la conmemoración que se teatraliza se insiste en la necesidad de una reforma constitucional. ¿Pero en qué sentido?. En ninguno fundamental, ni en lo social, ni en lo territorial y ni tan siquiera en lo institucional.

La realidad y la problemática de la sociedad actual requieren un cambio sustancial, completo, de la suprema ley del Estado. En lo social mediante una efectiva ordenación que garantice la participación y protección de la entera ciudadanía en su realidad social, en la solución de sus problemas para alcanzar y garantizar su bienestar; en lo territorial mediante una nueva definición del Estado nacido en 1978, eliminando el sistema autonómico por otro que partiendo del reconocimiento y respeto a la soberanía de todos y cada uno de los territorios del actual Estado la norma de convivencia se fundamente partiendo de la fuente de la soberanía efectiva de las partes en un marco de libre Confederación que incluso supere el actual reconocimiento de la especificidad vasca y navarra en cuanto a su propia naturaleza y posibilidad de integración. Y, en fin, en lo institucional terminando con el mandato imperativo de la dictadura franquista respecto a la forma de gobierno monarquica que tan solo puede ser admitida si se somete a un libre referendum de la  ciudadanía que elija en libertad como quiere ser presidida.

Es por ello que la única conmemoración posible, la sola celebración aceptable ha de ser la derogación del actual texto constitucional y la subsiguiente y necesaria convocatoria del pueblo a elaborar y someter a su libre voluntad un nuevo texto que facilite y garantice la realidad de los tres pilares antes apuntados.