Lo de menos España




   Están acechantes, todo es válido y además lo ven fácil, al alcance de la mano. Y curiosamente su mejor aliado es aquél al que dicen querer combatir. Invocan la Patria –sí, con mayúscula- una entidad mítica que contemporáneamente,  desde el siglo XIX a hoy, sustituye a la vieja tierra y los derechos conquistados. Una Patria legalmente, oficialmente establecida y elaborada con símbolos y sueños pero ficticia porque se pretende que sustituya a la patria de todos los días, la de las necesidades no satisfechas que son ocultadas por la abstracción simbólica de lo nacional.  Y ello, esa  retórica anestesiante  es convertida en instrumento de dominio por el dominador, y padecida por quienes se consideran sometidos.

   Lo acabamos de ver. Quienes pretenden dominar  – recobrar el poder perdido- han vuelto a ondear las banderas en una retórica igual a la de los que dicen combatir en aras de una sacrosanta idea en la que realmente no creen porque solo les sirve como diseñado medio para volver a donde han sido desalojados.

   Quienes el pasado domingo convocaron una respuesta “nacional” a un simple subterfugio –en el que los proponentes tampoco creían- de estúpida artimaña que sonase a internacionalización pero que era una argucia de barra de bar –el relator-, sabían perfectamente de la simpleza de su propuesta,  rechazada de inmediato por quién se quería que  la aceptase. No obstante la simpleza de la idea, de su inutilidad de origen, quienes al alba de todos los días están avizores de cualquier movimiento en falso de actual ocupante de la Moncloa llamando a Cruzada convocaron apresuradamente a la derecha una y trina que se aprestó a la movilización patriótica por una invocación tan vieja como las Cortes de Cádiz: “Por España”, pretendiendo que un aluvión de patriotas acudieran a la convocatoria. Pero no ha sido así. Pese a enarbolar la bandera bicolor (una de las tres oficiales que según reconoce el historiador Álvarez Junco -en su “Mater dolorosa”-  sucesivamente ha tenido este plural territorio), pese a ello hay que insistir en que la llamada en buena medida “pinchó”, y se podía pasear por un Madrid soleado con terrazas llenas y familias endomingadas que se cruzaban de vez en  vez con algún asistente al acto -muchos de ellos simples ciudadanos de buena fe- portando banderas “made in China”.

  
No, no han podido engañar, la ciudadanía ha entendido que no se trataba de algo patriótico, de ayudar a solucionar sus problemas  diarios  -salarios, sanidad, enseñanza, jubilaciones, vivienda…-  sino de un desesperado intento de asalto al poder por un sector muy característico del involucionismo político, el más descarado, y ya con la presencia, participación y protagonismo de la extrema reacción (evitamos el autentico calificativo) poder instaurar de nuevo lo que los ciudadanos de este país, mayoritariamente, queremos siga enterrado.

   Y la verdad es que esa disimulada o descarada reacción política no solo ha perdido una ocasión importante, sino que además han quedado en evidencia. La ciudadanía ha percibido lo que estamos apuntando: pese al slogan de llamada, lo que menos les importaba era España (los españoles), y por otra parte, y no obstante sus esfuerzos y patrocinios varios para que de todos lados se acudiese a Madrid, la asistencia ha sido muy normalita. Las cifras, no del ayuntamiento “rojo” de Carmena sino de la Policía Nacional, lo han constatado: 45.000 asistentes. Pero seamos generosos y doblemos la cifra, ¿puede esa asistencia considerarse satisfactoria con autobuses gratuitos desde todo el estado?  Hay que insistir en ello, han quedado en evidencia. La Vanguardia (nada sospechoso órgano de la serena y contemporizadora burguesía barcelonesa) titulaba al día siguiente su información empleando el descriptivo término –“pinchó- que utilizamos al inició de este comentario, y ello es nefasto especialmente para el constitucionalismo catalán. Si en la Diada y otras manifestaciones similares la asistencia año tras año es impresionante (no aceptemos un millón, o más,  como quieren los secesionistas, pero sí superior a 500.000 personas, los testimonios gráficos son elocuentes) con lo del pasado domingo, con presencia y patrocinio de partidos parlamentarios, se ha hecho un flaco favor al objetivo buscado, porque aquella convocatoria no era por España, España era lo que menos importaba y los ciudadanos se dieron perfecta cuenta; era la derechona, toda,  hasta la descaradamente neofranquista la que quería utilizar al personal para recobrar el poder.  Y “pinchó”.