De cocinas, arcos, pinzas y puestas sobre la mesa.
La absurda latiniparla de políticos y voceros oficiales de
todas las cadenas, está modificando el lenguaje coloquial, ese que entiende
hasta el más humilde de los mortales, de manera que tras horas de griterío e
insultos permanentes, el desconcierto se hace casi total.
Los últimos sondeos del CIS son un claro ejemplo de lo anterior;
los resultados no gustan más que a uno, conforme, pero la explicación de los
mismos, el análisis “detallado” del electorado, la pinza que decidirá quién es quién,
que arco parlamentario beneficio y todo ello puesto con claridad sobre la mesa
¿?, lleva a la pregunta que me toco escuchar: ¿pero quiénes son los malos?
Pregunta que aturde por la simpleza, triste conclusión. Malos, malos lo son todos
por valerse del engaño para manipular los deseos de los ciudadanos, que “solo
quieren su pan, su hembra (y macho habría que aclarar para que no se me echen
encima) y la fiesta en paz”, canción que a los de la generación que lucho por salir
adelante y que dejo de hacer porque todo estaba hecho, nos llenó de ansias de
libertad.
Debería quedar claro que ni las encuestas sirven para algo,
ni la pelea de gallos que ha suplantado al debate político nos aclara lo que
realmente deseamos. Lo único y tristemente real cierto es que estamos retrocediendo a las dos
Españas, los buenos y los malos, según situación de natural pertenencia.
No importan los viernes de Sánchez, si sirven para arreglar
algo, que es de lo que se trata. A nadie interesa ya lo que pasa en la
Audiencia Nacional o en el Supremo. Es tal el hartazgo que mejor dejarlo de
lado; la economía va deslizándose cuesta abajo lentamente, pero da igual,
mientras siga en positivos, y los pisos turísticos interesan más que los
alquileres sociales, en definitiva se trata de defender el turismo, gran
fuente de ingresos por no decir única, mientras las grandes empresas acaparadoras de viviendas
y bienes tienen el respaldo suficiente para seguir en lo suyo, con una Banca
deudora de rescates y unas Eléctricas
estafadoras del bien público.
De cosas tan nimias mejor no hablar, hay que salir a defender
el puesto de los garbanzos, ya esté en el Congreso o en la TV que mejor pague.
Y mientras, el hoy señor Cayo de
turno, que los sigue habiendo, preguntando: ¿Oiga y a Franco no le habíamos
eliminado ya?