26 de Mayo


Bajo el titular de “La mediocridad permanente” ya se diagnosticaba la realidad de las últimas elecciones en una colaboración del último número (75) de “Madrid Carlista”, y así ha sido, en plena sintonía con el resto de Estados de la Unión Europea. Todo ha sido mediocre y previsible, porque ni tan siquiera los fascismos, ahora pacatamente calificados de “populismos de derecha”, se han librado de esa aburrida  grisura, que deberíamos calificar de afortunada, pero no lo decimos porque tal templanza es correlativa a igual equilibrada mediocridad de la izquierda, porque ¿Dónde está la izquierda europea ¿Alguien la ha detectado en los resultados del pasado domingo?. Tampoco por aquí.

Veamos, el  simulacro de izquierda –nos referimos al PSOE- que tiñe de púrpura la mayor parte del mapa, solo puede confirmar que la nuestra es una sociedad conformista y pequeñoburguesa en la que las reclamaciones sociales se reducen al magma sumiso del “ir tirando hoy y mañana veremos” y con un panorama de actuaciones "progresistas" políticas encabezado por un partido, el socialista, que en un número importante de los territorios necesita el apoyo condicionado de la derecha “ciudadana”, ideológicamente vacía y cubierta tan solo con el vergonzoso manto del  patrioterismo bicolor como máximo argumento. 

La seriedad lo primero en Casado y Rivera... 

Un partido éste, el C´s que ni tan siquiera puede arrinconar a su camarada, el PP, aunque sí es cierto que en este panorama vacío hasta su jefe, Rivera, puede imponer condiciones, circunstancia que describe a la perfección nuestra realidad política. 

Pero respecto al Partido Popular ¿cuál es su situación? Hoy su gran problema es el de aparentar normalidad tras haber perdido 2.478 concejales en todo el Estado, en un proceso de continuado hundimiento que solo pretende paliar con obtener algún triunfo en Madrid.

Y en cuanto a la izquierda, por desgracia solo podemos apelar a la nada. Un Podemos enmarañado en sus elucubraciones de chicos universitarios con poco disimuladas prisas de poder y de standing burgués, aderezadas con pugnas de estrellato, algo nada nuevo y que desde Lerroux se ha ido repitiendo en la autotitulada izquierda de este país. ¿Su realidad actual?: 860.000 votos y 86 diputados, en ambos casos menos, y con la sola simpática excepción del alcalde de Cádiz. ¿Tenemos izquierda? Es fácil de responder.

Por último, los nacionalismos. Y en esto habría que preguntarse ¿Solo hay unos nacionalismos periféricos, el catalán y el vasco? ¿Donde dejamos el españolista?. Lo malo es que Madrid no aprende la multisecular lección y por ello la normalidad no se alcanza, se enquista el problema y se fortalece, como acabamos de ver, la realidad del continuado triunfo de los periféricos, con lo que no solo se enturbia la convivencia sino que se entorpece la marcha de la total ciudadanía.

Desalentador balance.

No, este país, al igual que la Europa entera, no se rehace sino que sigue siendo víctima de su síndrome de sociedad narcotizada con el señuelo del consumismo. Y no es que sea un pueblo dormido por un espejismo de prosperidad, sino que es un rebaño sin nervio y sumiso al destino que le marca la internacionalidad de los lobbies económicos a través de sus mandados de todo tipo e idéntico objetivo de explotación.  Otra vez será.