Agradecimiento
No es la primera vez pero sí, tal
vez, la mas interesante y positiva pese a la evidente intención denigratoria de
quien lo ha escrito. Nos referimos a lo que se reconoce en una columna aparecida
en ABC el día 20 de Junio.
Bajo el significativo titular
“Tardocarlismo” su autor, el periodista Ignacio Camacho, abunda inicialmente en
los tópicos que de forma cansinamente reiterativa se están vertiendo desde
el lejano –ya hace 9 años en la
vertiginosa sucesión de acontecimientos políticos- inicio del procés.
Inicia Camacho su asalariado
escrito diario con una afirmación que por
obvia es definitiva y terminante: “Poco tiene de extraño que el mayor
porcentaje de rechazo a la Corona se registre en Cataluña y en el País Vasco”. Y añade para explicar y justificar su firme
aserto “Porque en esas dos regiones –sí,
regiones, comunidades autónomas- es donde el nacionalismo ha asumido la
herencia carlista con mas entusiasmo” y
lo explica: “aunque ya no conciba el
carlismo como eje de un conflicto legitimista o dinástico sino como un
movimiento de defensa de privilegios territoriales extemporáneos y de oposición
a la configuración de España como nación igualitaria de ciudadanos”. Después
de tal reflexión con aires de nacionalismo españolista el resto del escrito se
despeña por el nada gallardo barranco de la adulación cortesana, y todo ello a
propósito del quinto aniversario en estos días de la aparición del hijo de Juan
Carlos en monedas y sellos tras el relevo a su padre.
El dolor patriótico/unitarista
expresado por Camacho está motivado no solo por los inextinguibles
acontecimientos del extremismo nacionalista sino también por el contrastado
hecho -según la monarcómana publicación Vanitatis- de que la afección hacia la
institución impuesta tras la dictadura se encuentra a nivel del entero Estado
en tan solo algo más del 50% (apreciación susceptible de ser tenida como dudosa
dada la afección hacia la Zarzuela de quien la hace pública) y que mientras que
en Andalucía llega a cotas muy importantes, tanto entre vascos como entre
catalanes el republicanismo arrasa.
La relación entre los
nacionalismos de los dos territorios y su tradición carlista se ha puesto de
relieve de forma continuada y especialmente en los últimos años de agravamiento
de las reivindicaciones nacionales, pero no, y esa es la novedad, la raíz
carlista del creciente republicanismo en iguales escenarios, algo que pretende
explicar el referido columnista desde su óptica de andaluz (Camacho lo es) al
plantear que “no deja de resultar
paradójico que ese sustrato histórico de tradición fuerista haya desembocado
ahora en la demanda de un régimen republicano”, algo que pretende explicar
mediante una detectada amenaza del “apocalipsis” antiespañol que la abolición
de la monarquía significaría para la propia España al estar convencido de que
la Corona es la argamasa única, fundamental e indispensable para salvaguardar
la Unidad en peligro.
Hasta ahora nunca se había admitido
por los centralistas y monárquicos que la meta de progresismo institucional a
la que han llegado catalanes y vascos (dos territorios con un notable
desarrollo tanto económico como de concienciación política) tenga su origen en
el Carlismo y ello con un evidente hermanamiento entre libertad nacional y el especifico
marco republicano. Una simbiosis que tan solo el Carlismo ha sido capaz de
originar y que siempre fue ignorado o burdamente tergiversado por la reacción,
especialmente tradicionalista. La Libertad no puede ser cuarteada y, como tal,
tampoco sucesiva o compartimentalmente alcanzada y ofrecida sino que es un
todo, y a ese todo llegó hace tiempo el Carlismo en una larga travesía de lucha
y reivindicación. Se nos podrá decir “pero el Carlismo jamás ha sido
secesionista”. Cierto, quienes han sido siempre secesionistas han sido los
centralistas antilibertades provocadores
de todas las crisis de convivencia como la que actualmente vivimos respecto a
Catalunya.
Por fin parece que se hace
justicia, aunque sea, de momento, tan solo con el apunte de un columnista. Pero
es importante este reconocimiento que comentamos, el de que el Carlismo con su
mantenido posicionamiento anticentralista desde el foralismo a la propuesta
confederal ha sido el origen del nacionalismo reprimido por el centralismo
imperial y que en ese mismo protagonismo popular de igual raíz hay que
encontrar el republicanismo mayoritario en dos de los territorios mas
progresivos y concienzados del entero Estado y cuya radicalización actual solo
habrá de cargarla a la cuenta del torpe nacionalismo españolista especialmente
de la derecha. ¡Quien podía imaginar que
se fuera admitiendo la motivación última republicana y plenamente
soberanista del Carlismo!. Nuestro
agradecimiento, pues, a quien ha tenido el arrojo de exponerlo.