Habilidoso Sánchez
Realmente Pedro Sánchez ha sorprendido incluso a los mas veteranos del
PSOE. Pese a su discutida maniobra en 2017 para recobrar la Secretaria
General del Partido no era considerado como un político peligroso, y ello
pese a superar en mucho a Zapatero.
La grisura es la tonalidad general
de su actividad política, pero paradójicamente esa a veces desesperante
actitud aparentemente pasiva puede que haya sido y sea su mayor
patrimonio político. ¿Es propiamente suya tal forma de hacer política o,
como algunos diagnostican, de su mano derecha Avalos?.
Desde ayer nos encontramos ante una prueba definitiva para conocer si su actitud es una virtud o un defecto. Si nos atenemos a su táctica actual deberíamos remontarnos a la que ya adoptó en la crisis y su subsiguiente defenestración de 2016, con el posterior sorprendente resultado de la derrota de Susana Díez.
Hombre perseverante, no parece
nunca afectado por una circunstancial derrota. En aquella ocasión del
2016, de forma callada pero tenaz recorrería miles de kilómetros
para llegar directamente a la militancia y lograr su voto. Una sencilla,
elemental, táctica con resultados efectivos.
Tal aparente imperturbabilidad lo ha llevado primero a alcanzar en 2018 la Jefatura del Gobierno y, ahora, a enfrentarse a una impopular nueva convocatoria electoral. Y de esa falta de popularidad en tal opción es plenamente consciente Sánchez.
Pero su jugada es maestra y, además, la única posible si quiere afianzar la jefatura de gobierno que la corrupción de la errática derecha y la ineptitud de quienes lideran los demás partidos –de todos los principales, hay que subrayar- le han facilitado.
La maestría que apuntamos se basa en su imperturbabilidad. Acechado por la extrema derecha –la hidra neofranquista de tres cabezas- y por el afán revolucionario de una joven aparente extrema izquierda, impaciente y devoradora, Sánchez ha mantenido una serena, y desesperante, para sus adversarios, impasibilidad.
Resulta hiriente para cualquier ciudadano
observar los indecorosos cambios sucesivos en las propuestas de la
reacción, al igual que –digámoslo suavemente- la inexplicable y hasta
infantil carrera para obtener sinecuras y sillones en un futuro gobierno
socialista con la que el marxismo universitario de Podemos exige el
apoyo para la permanencia de Sánchez. Y no, no todo es válido y mucho
menos resulta estético para este pueblo tan abusado y maltratado por los
profesionales de la política desde hace mas de 200 años.
¿Le resultará positiva esa firme actitud a Sánchez?. El electorado que logró reconquistar y que no le ha fallado hasta el presente, con un constante aunque moderado incremento, parece apuntar hacia el éxito. Veremos.
Pero, en definitiva, y según las circunstancias actuales que
hemos apuntado, hasta un éxito es difícil pero posible. El pueblo ya
está instalado en el tranquilo bienestar, en el mediocre disfrute –aún
con amplias deficiencias y persistente precariedad- y no es susceptible
ni a dogmáticas aventuras de naftalina patriotera ni a la conquista de
míticos y siempre prometidos paraísos. Y muy posiblemente esa ha sido la
duradera reflexión de Sánchez, su “dontancredista” inmovilidad para
desesperación y desequilibrio de sus rivales.
¿Le dará resultado su
táctica, insistimos?. Es muy difícil un vaticinio con cierta posibilidad
de éxito, pero lo que sí que lo parece es que salvo una milagrosa unión
de la reacción derechista no se ve un próximo relevo de Sánchez, y por
otra parte ¿para qué tal relevo?, la “socialdemócrata” (curioso término
para encubrir una facción de la derecha burguesa y democrática)
mayoritaria izquierda española se identifica con los valores que
representa Sánchez, y la derecha de la dominadora oligarquía capitalista
tampoco está a disgusto con él. Todo ello lo sabe Sánchez y
tranquilamente ha dejado venir el tiempo en una partida que si no gana
de forma clara siempre puede tener el interesado apoyo de algún partido
de nuevo cuño que para poder seguir subsistiendo necesita participar en
lo que un castizo calificaría como “la tajá del poder”.